martes, 15 de mayo de 2007

LA ECONOMÍA DOLARIZADA -La gran trampa verde

Desde la devaluación, gran parte de los precios que rigen la economía aumentaron en la misma proporción que el dólar. Otros, como los de propiedades o la construcción, le ganaron ampliamente.

Por Lucio Di Matteo

Durante un tiempo, la "devaluación exitosa" fue el caballito de batalla argumental de Roberto Lavagna. Cuando el hoy candidato presidencial opositor era ministro de Economía de Kirchner, solía ponderar que el traslado a precios de la devaluación era relativamente bajo. Aunque irritante para los menos beneficiados por ese proceso (básicamente los trabajadores en negro), el argumento era cierto. Al fin y al cabo, cuando Lavagna dejó su cargo el dólar había aumentado cerca de 190% su valor nominal, mientras que los precios generales –medidos por el IPC– llevaban solamente un 70% de incremento.
La situación, un año y medio después, es totalmente distinta. Aunque el IPC sigue relativamente controlado, con métodos más o menos cuestionables, hay precios que definitivamente están dolarizados. Algunos inclusive subieron más que la moneda estadounidense. El millar de ladrillos huecos, por ejemplo, que en diciembre de 2001 se conseguía a $/u$s 194, hoy cuesta $ 1.158 (u$s 386). Es decir, 98,7% más, casi el doble en dólares y unas cinco veces más en pesos. La combinación de precio commoditizado (a valor fijado internacionalmente) y alto consumo fue la que empujó los costos de la construcción muy por encima de la curva del dólar. Casualmente, en esta lista también entran los caños de cobre y PVC (ver "Le ganaron ...").

La macroeconomía empuja los precios hacia su equivalencia con el dólar. "Los elevados precios internacionales y el tipo de cambio depreciado hacen subir los precios de los bienes domésticos exportables, acelerando la inflación", señala Rogelio Frigerio, ex secretario de Programación Económica y Regional. De todas maneras, Frigerio señala que, como contraparte de lo anterior, el superávit fiscal ayuda a que no se dolaricen todos los precios, especialmente los regulados (ver columna).

En cuanto a los precios dolarizados, casi no hay discusión sobre sus razones de base. La posibilidad de exportar y el alto consumo (generado por un mayor poder adquisitivo) se llevan la mayoría de los votos. Dentro del primer patrón, caso paradignático son los alimentos. La manzana, por ejemplo, nunca fue la más deseada de las frutas, a pesar de su sentido bíblico. En verano son más codiciadas las uvas, cerezas o melones; pero la fruta prohibida vale más en dólares que en diciembre de 2001: 0,58 contra 0,37 del verde billete. La razón económica de fondo es que se exporta mucho para la producción de jugo, y como el precio externo es más alto que el interno, en las verdulerías argentinas las manzanas son escasas y caras.

Hasta la tradicionalmente barata lechuga o el poco utilizado maíz valen más en dólares que durante la convertibilidad (ver "Dolarizados ..."). Este año, para calentar aún más el fuego inflacionario y los humores populares, se sumó la carne al de alimentos con precio verde billete.

En el Mercado de Hacienda de Liniers, comparando febrero de 2007 con diciembre de 2001, todas las categorías cotizan más en dólares –aunque levemente– que en aquel recordado fin de año: novillos, novillitos, vacas, vaquillonas, terneros y toros. Estos últimos son los que experimentaron el mayor incremento: el kilo vivo pasó de $ 0,38 a $ 1,608 en el período mencionado; con lo que también subió en dólares, de los 0,38 a u$s 0,51.

En el caso de la carne, como en gran parte de los alimentos, se combinan las dos razones macro mencionadas, simplificadas bajo el popular dicho "exportamos lo que comemos". Y aunque hay cierta restricción hacia las ventas externas, la mayor producción no llega a cubrir del todo el alto consumo. Durante el primer trimestre de este año, el volumen de carne exportado fue 25,2% menor al de igual período de 2006, según el informe de abril 2007 de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA).

En el mismo trabajo, también se señalan los límites del actual modelo, donde la oferta de bienes muchas veces aumenta menos que la demanda. "En enero-marzo de 2007 –señala el informe– el consumo interno absorbió 641,3 millones de toneladas, es decir 9,3% más que en el primer trimestre de 2006. Este nivel de consumo interno se constituyó en el registro más alto para el período analizado desde 2000 hasta el presente".

Además, ese trabajo alerta sobre las expectativas a futuro, pues "durante el tercer mes del año continuó el proceso de liquidación de vientres", lo que a la larga produciría menos reproducción y faena. Y también advierte sobre precios que, aún dolarizados, no serían suficientes: "Queda en evidencia que en la medida que los precios relativos de la carne vacuna continúen atrasándose respecto de los demás valores de la economía, el consumo interno de nuestro producto continuará ascendiendo".

En otras palabras, si se liquida parte del capital productivo (los vientres vacunos), y los precios siguen con tendencia alcista, el modelo económico se enfrenta a los límites de una alta inflación. Esto es señalado por el economista Osvaldo Cado (ver columna), quien ve en la actual dinámica del modelo económico una intrínseca e inevitable dolarización de todos los precios.

LOS LÍMITES DEL MODELO.
Si la devaluación se traslada a precios, la salida de la Convertibilidad pierde sentido como medida para ganar competitividad. Del lado del consumo, si además los salarios promedio se recuperaron muchos menos que el dólar, la ventaja es menor aún. El ejemplo más evidente es el valor de las propiedades. En el Norte de Capital Federal, un departamento de 2 o 3 ambientes vale –actualmente– 30% más en dólares que durante 2001. Según datos de Reporte Inmobiliario, el metro cuadrado se cotizaba a u$s 1.000 y ya ronda los u$s 1.300.
En la construcción también hay precios dolarizados. De los índices globales, el del costo de la construcción (ICC) fue el que más creció desde el fin de la Convertibilidad: casi 160%. De los tres grandes capítulos del ICC, Materiales lideró las subas con 173%, seguido por Mano de Obra (alrededor de 140%) y Gastos Generales (cerca de 110%).

Los materiales, de poca rentabilidad exportadora por una cuestión logística (requieren mucho espacio para su traslado), explican gran parte de su incremento de precios por la explosión del consumo. Entre los grupos que más aumentaron desde fines de 2001, están los productos de cobre, plomo y estaño (453,4%), cables y conductores de media y baja tensión (424,8%), o el hierro (319%).

Los precios libres y crecientes de alimentos exportables, construcción y propiedades, tienen su contraparte no en bienes que –como ellos– responden al juego de la oferta y la demanda, sino en servicios que están regulados. La diferencia entre las grandes categorías del IPC son claras: mientras que el nivel general creció 190%, los productos estacionales 220%, los regulados apenas cerca de 140% y Resto IPC un 200%.

En sus anotaciones metodológicas, el INDEC explica que "los bienes y servicios cuyos precios están sujetos a regulación o tienen alto componente impositivo" comprenden desde electricidad, agua y transporte de pasajeros hasta cigarrillos, correo, teléfono y combustibles para la vivienda. Estos productos apenas comprenden 20,13% de la canasta total del IPC.

El restante (casi) 80% explica por qué la "sensación térmica" de inflación es muy superior al IPC. Una sensación que se incrementa por el hecho de que los productos más dolarizados son, en jerga de los economistas, inelásticos a la baja. Es decir, difícilmente puede reemplazarse o suspenderse su consumo. Es el caso de los alimentos, o la compra y/o construcción de viviendas, que sólo puede sustituirse por los cada vez más caros alquileres.

A los precios que tradicionalmente estuvieron regulados, desde 2005 se sumaron aquellos de la "Canasta Moreno". Es decir, los que caen bajo listas de precios oficiales y que deben tener autorización del secretario de Comercio Interior para aumentar su precio. Si pocos creían en la eficacia de largo plazo de estas medidas, Frigerio agrega fuego a la hoguera anti-reguladora: "Las medidas adoptadas para combatir la inflación generan una distorsión de precios relativos. Como el Gobierno interviene sólo en algunos mercados, todos los precios no aumentan al mismo ritmo. En consecuencia, crecen la distorsión y los subsidios necesarios para mantenerla".

El problema con los precios regulados es que todos se preguntan: ¿hasta cuándo son sostenibles? Más allá de los alimentos bajo acuerdos de precios, en áreas donde es necesaria mucha inversión para expandir la capacidad instalada, y el estímulo para ello es un sendero de precios. La generación de energía es uno de los casos más obvios. El Plan Energía Plus intenta dar una respuesta a este dilema, permitiendo precios libres para la generación de energía que surja de nueva capacidad instalada.

De todas maneras, la estrategia-precio de los servicios públicos sigue siendo la acorde a un año electoral: quietud casi absoluta para el consumo domiciliario. Mientras el superávit y la capacidad instalada "aguanten", la dolarización total de precios puede esperar, aunque cada día se extienda más. Las respuestas de largo plazo, como siempre en la Argentina, quedarán a cargo del próximo Gobierno.

No hay comentarios.: