domingo, 8 de abril de 2007

Década del 90 y relaciones internacionales de mercado:

Por Juan Francisco Venturino.


Gran parte de la historia de Sudamérica esta vinculada a Estados Unidos. La presencia de la potencia en la región, ha sido permanente y la etapa que caracterice a la potencia globalmente resulta decisiva para su relación con la región en el ámbito internacional.

Durante los `90 América del Sur adoptó reformas en sintonía con el Consenso de Washington, las relaciones internacionales pasaban así a ser relaciones de mercado donde primaban los intereses económicos por sobre las cuestiones internacionales de “alta política”. Es lo que Tokatlían[1] llama rehegemonización. En esta rehegemoniza-ción creció la influencia de EE.UU. a través de un dominio más flexible, mientras decrecía el interés estratégico por la región sudamericana. Su bajo desempeño económico y su inestabilidad política hizo que disminuyera el interés de las potencias industriales convirtiéndose de esta forma en un actor internacional con escasas capacidades de diversificación y limitados espacios de proyección: habían desaparecido las alternativas viables de inserción internacional lo que hizo funcional la reconfirmación de su dependencia frente a EE.UU.[2]

En los ´90, la liberalización económica fue presentada al mundo en desarrollo como la respuesta a estrategias ineficientes asociadas a la protección comercial y como una forma de aprovechar plenamente las oportunidades que ofrecía la globalización. Casi todos los países adoptaron reformas que lograron controlar la inflación, vendiendo empresas estatales, reduciendo aranceles, y abriendo los mercados de capitales reformando el sistema tributario y disminuyendo déficit públicos a la espera de altas tasas de crecimiento. Sin embargo las tasas de crecimiento en lugar de acelerarse declinaron, en Sudamérica, la región donde más se había avanzado en el proceso de reformas, el crecimiento de los ´90 fue tan sólo de un 3,2% anual. Es probable que la crisis asiática haya sido el peor revés de la economía de mercado dejando como enseñanza que la liberalización financiera puede ser fuente de profunda inestabilidad macro-económica cuando no está acompañada de un marco institucional apropiado.[3]

El mundo de la post Guerra Fría se perfilaba como un “nuevo orden” regido por las relaciones internacionales de mercado que obligó a los países a revisar sus patrones de inserción internacional. Mientras los Estados reducían su capacidad política aparecían nuevos actores con poder. En este marco de pensamiento neoliberal las regulaciones gubernamentales se debilitaron.

La renegociación de la deuda externa y las condicionamientos establecidos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, tales como la reducción del Estado mediante la privatización, desregulación y reforma institucional, así como el mantenimiento de un régimen de tasas fijas o semi-fijas de cambio (en general sobrevalorizado) acrecentaron la vulnerabilidad externa de los países sudamericanos. Los Estados perdieron capacidad de negociación y de regulación de las economías nacionales. Es decir el término “dependencia” en boga en los ‘70, adquirió en los ¨90 más relevancia que nunca.

Retrospectivamente, pueden apreciarse los efectos contradictorios de esta apertura al mercado financiero internacional. Por una parte, la afluencia de capitales extranjeros, cuando se trata de inversiones extranjeras directas, contribuye a la formación de nuevas capacidades de producción, que incorporan los últimos avances de la tecnología, ya que el objetivo de las transnacionales, en el decenio del `90, es el de establecerse en algunos países de base productiva que les asegure la competitividad en el plano internacional. Esta estrategia se contrapone punto por punto con la que propendía a la sustitución de importaciones. Si las condiciones macroeconómicas son suficientemente estables y la afluencia de capitales se prolonga por un periodo cercano al decenio, cabe concebir que el aumento de las exportaciones permitiría a la larga saldar la deuda externa. Pero hay otros efectos que pueden presentarse como la inflación de los precios de los activos, la caída en la tasa de ahorro, y los desplazamientos de la producción de exportaciones hacia el mercado interno que provocan un circulo vicioso, que tiende a oponerse a la espiral virtuosa que preveía la aplicación de la liberalización financiera. Sin embargo, la liberalización financiera provocó en varios países, profundas crisis. Poniendo en duda las estrategias y los planes de ajuste del Fondo Monetario Internacional, que se fundamentan en una idea simple: “el mismo modelo, la misma crisis, la misma terapia para todos”. La historia económica y financiera enseñan que las crisis económicas se suceden pero no se parecen ya que las reformas institucionales con que se busca recuperarlas dan vida a nuevas formas de reglamentación, susceptibles a su vez de crear una crisis estructural de nuevo cuño. [4]

El llamado consenso de Washington generado por los funcionarios económicos estadounidenses del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial aseguró su éxito como doctrina intelectual basándose en su simplicidad, las políticas recomendadas podían ser administradas por los economistas utilizando poco más que simples marcos contables. Unos pocos indicadores económicos (inflación, crecimiento de la oferta de dinero, tasas de interés, déficit presupuestario y comercial) podían servir para fijar una serie de recomendaciones de política. De hecho, los economistas podían tomar un avión, llegar a un país, mirar e intentar verificar estos datos y hacer recomendaciones macroeconómicas para reformar las políticas, todo ello en un par de semanas. La receta más importante del paquete de medidas de estabilización propuesto por el consenso de Washington probablemente haya sido el control de la inflación bajo la creencia de que la inflación es costosa y debe ser eliminada.


Hacia un desarrollo más sostenido y equilibrado. Convergencia Sudamericana ¿sueño o posibilidad?

La liberalización económica fue presentada al mundo en desarrollo como la respuesta de estrategias ineficientes asociadas a la protección comercial. Representó un cambio significativo a las estrategias de desarrollo que durante varias décadas exigieron una extendida intervención del Estado para las “industrializaciones tardías”. En la actualidad la liberalización financiera puede ser vista como una fuente profunda de inestabilidad económica, si no viene acompañada de un marco institucional apropiado. América latina fue la región donde más se avanzó en el proceso de reformas y registra niveles inferiores de actividad económica a la existente antes de la aplicación de las medidas de apertura. Las tensiones distributivas son agudas, las disparidades de ingreso entre los países desarrollados y los menos desarrollados se acentuaron, el 57% de la población mundial vive en países cuya distribución se ha deteriorado frente a sólo el 16% en aquellos en que a mejorado.

La privatización de empresas públicas implicó considerables pérdidas de puestos de trabajo; la apertura del mercado interno a las importaciones arruinó a un enorme abanico de pequeñas y medianas empresas; la desregulación facilitó la concentración-desnacionalización empresaria y se acentuaron estructuras fiscales regresivas: más impuestos sobre el consumo y menos sobre los beneficios de los grandes grupos, etc. Todo ello acentuó la desestructuración de los tejidos sociales que ya habían sufrido importantes deterioros en los años ´70.

Estos hechos y el descontento provocaron un debate positivo que seguramente enriquecerá la agenda del desarrollo, haciendo hincapié en un nuevo equilibrio entre el mercado y el interés público, generando “políticas públicas” entendidas como una forma de acción organizada a favor de objetivos de interés común, más que exclusivamente como acciones estatales. [5]

Habrá que poner en práctica una serie de reformas destinadas a evitar grandes crisis financieras. En el mundo aún se discute sobre las diversas opciones para llevar a cabo tal empresa: como la negociación de un nuevo sistema internacional, Plan Brady para los bancos, aplicación más estricta de las reglas prudenciales, búsqueda de transparencia en los movimientos de capital de corto plazo, ampliación de nuevos mercados, o incluso el establecimiento de un impuesto como la tasa Tobin.

También se evalúa la constitución de zona de integración regional como camino medio entre la internacionalización total y un repliegue proteccionista en el ámbito nacional. Dentro de las zonas de integración regional se observa que el comercio tiende a densificarse. La integración política puede resultar más eficaz que el establecimiento de una simple zona de libre intercambio, como lo sugiere la trayectoria europea. Los estados siempre tienen la opción de redefinir las reglas de inserción internacional.[6]

América Latina cuenta entre sus fortalezas el ser una región privilegiada por la disponibilidad de los más importantes recursos naturales, con cuantiosas reservas minerales suficientes para emprender un desarrollo autónomo: con alrededor del 25% de las tierras cultivables mundiales, un tercio de los recursos forestales mundiales, ingentes recursos hídricos para el consumo y la generación de energía hidroeléctrica. Además, dispone de más del 15% de las reservas carboníferas existentes y otros valiosísimos recursos como reservas minerales y una población joven y con tendencia creciente que ya hoy es superior a la de EE.UU. y Europa.
“Además hay que remozar los compromisos internacionales a fin de que emerjan regímenes de crecimiento que no hagan de la exportación a todo trance el resorte último de la dinámica económica y social para cada país”.
[7] La constitución de un bloque regional se presenta como alternativa.

En el actual contexto mundial es necesario pensar en el bienestar común de los países sudamericanos y con tales premisas, la mayor posibilidad de desarrollo requiere poner el mayor énfasis en la concertación, diseño y puesta en práctica de políticas de integración intra-regional, de manera de constituir un bloque sólido, compacto y coherente que confiera prioridad a la región antes que a cualquier otra y que se relacione y negocie en un bloque compacto, tanto con los organismos internacionales como con los otros bloques regionales del mundo. Solamente por esa vía podrá hacer valer sus ventajas comparativas. Persistir en el camino del aislamiento, diluirse solitariamente en acuerdos bilaterales con países fuertes, cualesquiera que éstos sean, o adscribirse sumisamente al ALCA en cualquiera de sus versiones significa desaprovechar la oportunidad que genera esta crisis de reordenamiento geopolítico planetario. El lugar marginal que ocupa puede darle mayor capacidad de maniobra. Veremos cuál es el desarrollo futuro del MERCOSUR (cuestión qué hasta nuestros días no termina de definirse pero debería dirigirse hacia una integración más profunda y generalizada en lo económico y político).

¿Es conveniente y posible una opción sudamericana? ¿Cómo estructurar este bloque para darle objetivos comunes y unidad de acción? ¿Cómo conseguir el margen operativo para aplicar políticas independientes? ¿Cómo definir y aplicar esas políticas? Desde la perspectiva, de análisis de este trabajo consideramos que no sólo es posible sino necesario que así sea. El camino se hace andando, la historia dirá si es que podremos ver finalmente la conjunción de voluntades que nos erijan como sujeto o seguiremos transitando el camino equivocado y la dependencia ominosa.

Boyer, R.: Dos desafíos para el siglo XXI: disciplinar las finanzas y organizar la internacionalización, Revista de la CEPAL N° 69, Santiago de Chile, diciembre 1999.

Corrales, J. & Feinberg, R: “Regimes of cooperation in the Western Hemisphere: Power, Interest and Intellectual Traditions”, International Studies Review, 1999.

Frenkel, R.: Reflexiones sobre el financiamiento del desarrollo, Revista de la CEPAL N° 74, Santiago de Chile, Agosto 2001.

Fuentes, Claudio: Seminario “Evaluación de política estadounidense hacia y la definición de políticas de seguridad internacional en América Latina”, et al. FLACSO-Chile y The Open Society Institute.

Hofman, A.: Long run economic development in Latin America in a comparative perspective: Proximate and ultimate causes, CEPAL, Serie Macroeconomía del Desarrollo N° 8, Santiago de Chile, diciembre 2001.

Katz, J.: Cambios estructurales y productividad en la industria latinoamericana, Revista de la CEPAL N° 71, Santiago de Chile, Agosto 2000.

Morley, S: ¿Por qué ha declinado el ritmo de crecimiento económico de América Latina?, Desarrollo Económico N° 166, Buenos Aires, julio-setiembre 2002.

Ocampo, J. A.: Retomar la agenda del desarrollo, Revista de la CEPAL N° 74, Santiago de Chile, Agosto 2001.


Stiglitz, J.: Más instrumentos y metas más amplias para el desarrollo. Hacia el consenso post-Washington, Desarrollo Económico N° 151, Buenos Aires, octubre-diciembre 1998.



[1] En Rojas Aravena, Francisco (ed.), Terrorismo de alcance global: impacto y mecanismos de prevención en América Latina y el Caribe, Tokatlían, Juan Gabriel, articulo: “La inesperada (y temeraria) resurrección del TIAR” para FLACSO-Chile, Santiago, 2003.

[2] Leal Buitrago, 2003.

[3] Ocampo, J. A.: Retomar la agenda del desarrollo, Revista de la CEPAL N° 74, Santiago de Chile, Agosto de 2001.

[4] Boyer, Robert: Dos desafíos para el siglo XXI: disciplinar las finanzas y organizar la internacionalización, Revista de la CEPAL 69, Santiago de Chile, Diciembre 1999. Pág. 36.

[5] Ocampo, 2001.

[6] Boyer, 1999:40.

[7] Boyer, 1999:49.

No hay comentarios.: